Verdún y su lema “no pasarán”
Verdún: “no pasarán”
A FINALES DE 1915, LOS ALEMANES SE habían impuesto en la mayoría de las batallas; sin embargo, ninguna de ellas fue definitiva ni permitió vislumbrar un pronto final de la guerra. En este punto, el jefe del Estado Mayor del ejército alemán, Erich von Falkenhayn, convencido de que la guerra iba a ganarse en el frente occidental y que allí las fuerzas francesas eran mucho más débiles que las británicas (cuya infantería apenas había sido puesta a prueba), decidió iniciar una gran ofensiva para provocar el desgaste de las tropas galas y conseguir forzar al país a entrar en negociaciones. Tumbada Francia, sería más fácil enfrentarse a los británicos, cuya armada mantenía un estricto bloqueo sobre Alemania.
Tal como el mismo Falkenhayn explicó al káiser Guillermo II en una memoria, el lugar elegido para la ofensiva de desgaste sería Verdún, un enclave histórico asociado a las mayores victorias militares francesas, un punto escogido no tanto para vencer a los franceses como para obligarles a concentrar allí todas sus fuerzas con el fin de ir diezmándolas y conseguir desangrarlas hasta la muerte.
El 21 de febrero de 1916 comenzó la ofensiva sobre Verdún. Falkenhayn dispuso la artillería pesada enfrente del emplazamiento (unos 1.000 cañones) y lo bombardeó durante nueve horas, y luego mandó avanzar a la infantería. El comandante en jefe del ejército francés, Joseph Joffre, mandó al general Philippe Pétain a frenar la ofensiva alemana. Bajo el lema de “lis ne passeront pas!” (¡No pasarán!), los franceses se aferraron a cada palmo de su territorio, esforzándose por no ceder ni un metro y por recuperarlo si lo perdían. Y es que la defensa de Verdún se convirtió en el símbolo de la lucha por la propia Francia. El asedio se prolongó desde febrero hasta julio de 1916, aunque los combates no cesaron hasta el mes de diciembre.
Sin duda, la táctica del desgaste había aportado sus frutos, pero para ambos bandos, ya que los franceses causaron casi tantas bajas como las sufridas. En julio, cuando cesó momentáneamente el asedio, el campo de batalla se había cobrado ya la vida de más de medio millón de soldados, unos
240 alemanes por unos 275.000 franceses. Con la llegada del verano se reemprendieron las refriegas. Falkenhayn pretendió enviar entonces veinte divisiones alemanas para romper el frente y aplastar definitivamente a los franceses, pero ya era demasiado tarde, puesto que el comandante en jefe de los ejércitos Aliados, Ferdinand Foch, había conseguido reunir nuevos efectivos para iniciar una ofensiva en el Somme, sobre un frente de más de 70 kilómetros. Con la nueva ofensiva francobritánica en el Sommne, los alemanes se vieron obligados a retirar divisiones de Verdún y a centrarse en otra de las grandes batallas de la Primera Guerra Mundial.
Durante la batalla de Verdún el ejército alemán utilizó los primeros lanzallamas para frenar el avance enemigo.