La arquitectura civil en sus primeras apariciones

Comparte por favor

La arquitectura civil en sus primeras apariciones

Resultado de imagen para arquitectura civil

Sin la monumentalidad de la arquitectura religiosa, se desarrolló en Quito una arquitectura civil que aportó una nota de dignidad a la grandeza del conjunto. Quito no sería dislocada exhibición de unos cuantos templos y conventos enormes y fastuosos, sino una ciudad donde esos monumentos hallarían armonioso marco, dentro de un entorno natural impresionante, aprovechado y aun domado en el espacio de la ciudad con capricho y oficio.

Las casas quiteñas tomaron el modelo de la casa andaluza; patio grande al centro (se cuenta de un quiteño de este siglo que, preguntado por el alarife cómo quería su casa, respondió: “Hacedme un gran patio y, si queda sitio, las habitaciones”); entrada al patio por zaguán ancho (más ancho cuanto más importante fuese la casa) y el patio rodeado en cuadro por edificaciones de uno o dos pisos, con anchos corredores porticados, sobre los que se abrían las puertas de los cuartos. Es decir, un claustro en pequeño. De donde la armonía del conjunto urbano.

En la fábrica de los edificios se unían técnicas hispanas con técnicas indígenas. El material preferido fue el adobe -material antisísmico y término- y se lo revestía de empañetado, que luego se enjalbegaba. Hacia el exterior se abrían, en el piso alto, ventanas con balcones, y las ventanas del piso bajo se protegían con rejas a veces de sugestivos dibujos.

El conjunto del blanco enjalbegado de las paredes y muros

Arriba, la cubierta de tejas se prolongaba sobre las aceras en generosos aleros que lo mismo protegían del sol equinoccial que de las torrenciales lluvias quiteñas. En las casas más ricas o con pretensiones de abolengo (o en las casa de gobierno) el gran portón principal se rodeaba de columnas y friso de piedra, y se encargaba la enorme y sólida puerta a un tallador de prestigio.

El conjunto del blanco enjalbegado de las paredes y muros, la piedra gris del marco de la puerta principal y la madera tallada de esa puerta, y las maderas pintadas de ventanas, balcones y aleros, más el rojo profundo de las rejas y, en muchos casos, las balaustradas vidriadas en verde de una terraza, era alegre sin estrindencia, y fue el que confirió su fisonomía a la ciudad.

Solo en el siglo veinte, la estupidez de algunos nuevos ricos y la complaciente e ignara estulticia de municipies espesos rompería conjunto tan armónico con ciertos adefesios de pretendida modernidad, que resultan verdaderas aberraciones en el corazón de ciudad tan bella.

Deja una respuesta