Francia con una sed de revanchismo

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Francia, ganas de revancha

Durante todo el siglo xviii Francia fue el principal rival de Gran Bretaña en su lucha por el dominio del mundo, una competición que se vio frenada con la derrota de Napoleón Bonaparte a principios del siglo xix. Desde 1801 hasta 1910, Francia pasó de 27 millones de habitantes (la mayor población de Europa) a 35, un incremento de 11 millones, lo que contrasta con el crecimiento durante los mismos años de Gran Bretaña (de 11 a 40 millones) o de la recién unificada Alemania (que contaba en 1910 con 65 millones de habitantes).
Pero no solo esa diferencia en el aumento de la población respecto a sus competidoras europeas (que sin duda afectaba a su sistema de producción industrial y agrícola) explica la pérdida del título de gran potencia que sufrió Francia a finales del siglo xix. La derrota en la guerra francoprusiana de 1870-1871 supuso un duro revés para el orgullo nacional y también para sus finanzas.
Además de las indemnizaciones de guerra que debía pagar a la Prusia de Von Bismarck, Francia perdió las regiones de Alsacia y Lorena, y las vidas de 175.000 soldados (aparte de 400.000 prisioneros más). La guerra supuso el fin del Segundo Imperio, creado por Napoleón III, y provocó el nacimiento de la Tercera República, que vivirá momentos de incertidumbre hasta que a partir de 1880 empezó a consolidar su poder.

Francia de la Tercera República imprime un fuerte impulso a la conquista colonial

Superados algunos conflictos internos (el más destacado fue el affaire Dreyfus, cuando en 1896 el Estado Mayor es acusado de falsificar pruebas contra el capitán Dreyfus, condenado dos años antes por vender secretos militares a los alemanes), la Francia de la Tercera República imprime un fuerte impulso a la conquista colonial, concebida como un modo de recuperar su estatus de gran potencia y subsanar también sus recientes pérdidas territoriales frente a los prusianos. Fruto de esta política colonial nace la Indochina francesa, formada más o menos por los actuales Vietnam, Laos y Camboya; también extendió su influencia por el norte de África (Túnez) y más adelante por el oeste y centro (Mauritania, Senegal, Costa de Marfil, Chad, Níger, República Centroafricana, Senegal, entre otros).
Tras perder Alsacia y Lorena ante Prusia, Francia buscó la alianza con Gran Bretaña y Rusia. En la imagen, la población alsaciana de Eguisheim.
Su política expansionista hacia otros continentes no hizo olvidar, sin embargo, que tenía un vecino que tras unificar sus territorios se había convertido en todo un imperio, el Segundo Reich alemán.
La política de rearme germana y la clara voluntad de convertirse en el Estado hegemónico en Europa, por delante (o por encima) de Gran Bretaña, hizo que Francia volviera a temer por su seguridad. Espoleados por un afán revanchista por el agravio de Alsacia y Lorena, los dirigentes franceses buscaron pronto la alianza con Gran Bretaña y Rusia, que pasaron también (cada uno según sus posibilidades) a incrementar la producción de material militar.

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