El fascismo italiano y su huella para el mundo
El fascismo italiano y su huella en el mundo
Tras la primera Guerra Mundial, Italia quedo sumida en una grave crisis económica, desgarrada por profundas tenciones sociales. Sin duda, se trataba de la más frágil de entre las naciones vencedoras, por un lado porque era un país de reciente constitución (la unificación se había producido en 1861), que padecía las carencias de una economía ya débil antes de la guerra, y por otro porque se vi acuciada por una alta inflación y un extendido desempleo a lo que se unía la enorme diferencia de desarrollo económico e industrial entre las regiones del sur y las del norte del país.
Terminada la contienda, no hallaron las condiciones adecuadas para rehacer su vida, por lo que el descontento general se sumó a las dificultades existentes, lo que termino provocando una grave crisis política y social.
La situación política no estaba mejor. El partido socialista, que había ganado las elecciones de 1919 y obtenido la mayoría en el parlamento, estaba envuelto en conflictos internos entre dos facciones, los reformistas y los maximalistas.
El partito popular Italiano, fundado en 1918 por don Luigi Sturzo, agrupaba a los votantes católicos y era la primera fuerza de oposición a la mayoría socialista.
Los demás grupos políticos eran débiles y a menudo victimas de diversiones y luchas internas. Tras el estilo de la crisis social de 1919, en la que se convocaron huelgas y manifestaciones de obreros y excombatientes y se serraron y ocuparon fábricas, el partido socialista se dividió en dos, con la creación del Partido Comunista Italiano de Antonio Gramsci.
Este clima de desórdenes y exigencias de cambio fue el sustrato que dio fuerza al Partido Nazionale Fascista, una fuerza política que se inspiraba en los valores e la extrema derecha nacionalista, y cuyo potencial y peligro fue infravalorado los demás grupos.
El 28 de octubre de 1922. La Marcha sobre Roma, organizada por el partido fascista y encabezada por Benito Mussolini, significo el ascenso al poder del fascismo italiano y la disolución del estado liberal y democrático.
Aquel día unas cuantas decenas de miles de fascistas se dirigieron a la capital para que el monarca le otorgara el gobierno político del Reino de Italia, y con la amenaza evidente de tomar el poder por la fuerza si no se satisfacían sus demandas.
La manifestación subversiva obtuvo el resultado deseado cuando el rey, Victor Manuel III, cedió a las presiones fascistas y encargo a Mussolini la formación de un nuevo gobierno.
A partir de entonces Mussolini empezó a verse a sí mismo como un nuevo cesar del siglo XX, y su empeño no fue otro que el de querer crear un imperio a la medida de su imagen. Italia empezó a respirar muy pronto los aires belicistas de su nuevo líder.